En esta Copa el Barça es el Rey
Paseo militar del Barcelona ante un Athletic dócil y decepcionante, que ni defendió ni presionó. Los azulgranas resolvieron la final en 13 minutos brillantes de la segunda parte.
Por fin una final de Copa Athletic-Barça sin pitada al himno de España ni al Rey
Hay equipos que mantienen idilios con algunas competiciones. El Real Madrid con la Champions (y con la Liga), el Sevilla con la Europa League y el Barcelona con la Copa del Rey. Ante un Athletic que defendió manteniendo siempre la distancia social, los azulgranas se pasearon desde el pitido inicial y resolvieron la final en la segunda parte, con cuatro goles en 13 minutos, incluido un doblete de Messi. El Barça levanta su trigésimo primera Copa y Koeman su primer título.
Se hace raro y hasta un punto insufrible ver una final de Copa del Rey sin público. Por más que quiera, uno no se acostumbra a este invento de la nueva normalidad, que de normalidad no tiene nada. Compensa un poco que, con las gradas vacías, se regatee la pitada al himno y al Rey, pero una final sin público no deja de ser como un discurso de Gabilondo: una tristeza infinita.
Koeman apostó por un once del Barcelona con tres centrales del que sacrificó a Araújo, un futbolista con un potencial gigantesco, y al que metió requeteinfiltrado a Piqué en plan Cid campeador para acompañar a Lenglet y Mingueza. También se fumó a Dembélé para meter a Griezmann, quizá porque predecía una final con un Athletic encerrado.
Marcelino protegió al tocado Yuri y metió a Balenziaga en su lugar. También metió a Unai López en el medio y, por supuesto, jugaba Muniain para apoyarse en Raúl García y surtir de balones a Williams. El once del Athletic era atrevido como los bikinis de La Isla de las Tentaciones.
Escuchado el himno en silencio, comenzó la final. Dominaba cómodamente el Barcelona ante un Athletic que ni presionaba ni replegaba. Así pudo llegar el primero de los de Koeman si no se hubiera interpuesto el palo derecho de Unai al remate de De Jong. La jugada la había nacido de un soberbio pase filtrado sin oposición por Busquets para el desmarque de Messi. Tenía pinta de chorreo azulgrana si los de Marcelino no cambiaban ni su posición ni su actitud.
Unos leones ‘vegetarianos’
Ningún jugador el Athletic presionaba y Busquets se montó en el Delorean para volver a tener 21 años. Incluso Munuera le perdonó la amarilla por un pescozón a Unai López. El Barcelona estaba más cómodo que Pablo Iglesias en su casoplón galapagareño. El primer mordisco de los leones llegó a balón parado en el minuto 11 cuando Iñigo Martínez no llegó a conectar en boca de gol una falta lateral.
Pero la final tenía el color amarillo piolín del Barcelona, dueño y señor de la pelota. Los futbolistas del Athletic perseguían sombras, tarde, mal y nunca. El Barça lo vio tan fácil que se embelesó en su propia posesión. Durmió el partido, durmió al Athletic y durmió a los espectadores. Hasta mi bebé de tres meses se quedó sobao y eso que llevaba un sábado trabajoso.
El del Barça era un dominio infructuoso ante unos leones dóciles. Así, toque a toque, iban pasando los minutos sin ocasiones que llevarnos a la boca. La final era como esas películas iraníes de ver crecer la hierba. Ni siquiera Messi fue capaz de marcar de falta, así que nos fuimos al descanso con un 0-0 aburrido y sin emoción alguna. El Barça tenía la pelota, pero ¿para qué?
A la pregunta pudo responder Griezmann nada más comenzar la segunda parte. Falló el gol del siglo después de una gran asistencia de Dest. Remató a Unai a medio metro y el portero internacional español sacó un pie salvador. Tampoco en el rechace el delantero francés fue capaz de meterla. El Barcelona volvía a perdonar al Athletic.
El ‘hat-trick’ de paradas de Unai
La final de Copa volvía a ser una mezcla entre un partido de balonmano y de frontón. El Barça asediaba caminando. Busquets en el 52 volvió a toparse otra vez con el pie de Unai Simón, salvador bajo los palos. Y ya iban tres paradones del que, a día de hoy, es el portero titular de la selección española.
Pero tanto fue el cántaro azulgrana a la fuente de Bilbao que al final llegó el gol. Lo marcó Griezmann dentro del área pequeña tras una buena asistencia de De Jong. El Barcelona lograba el premio a su insistencia y el Athletic el castigo a su racanería. El francés lo celebró con un bailecito de esos que tanto le gustan, porque en las celebraciones sí que come en la mesa de Messi y Cristiano. En el fútbol no les pone ni el mantel.
Había pasado una hora de partido y la final de Copa parecía encarrilada. Y decidida en el 62 después de otro gol en el área pequeña, el gran debe de Unai Simón, que volvió a quedarse debajo del larguero y encajó el remate a bocajarro de De Jong tras un centro de Jordi Alba. Colorín, colorado.
El Barça resuelve en un pispás
Con la final resuelta y ganada apareció Messi para sellar el triunfo del Barcelona en la Copa. Abrochó un golazo en una jugada en la que trazó una diagonal a la velocidad de ahora, una buena pared con De Jong, una conducción dentro del área y un remate suavecito a la red. El Athletic le hizo pasillo. Así que en diez minutos el Barça resolvió la final.
Quedaba tiempo para el cuarto, también obra de Messi, después de una pase de Jordi Alba, su asistente particular. En 13 minutos el Barcelona había marcado cuatro goles y los jugadores del Athletic no se habían perdido ninguno.
Los minutos finales fueron un suplicio para los futbolistas del Athletic y un paseo para los del Barcelona. Vamos, igual que el resto del partido. Koeman quitó a Piqué y se fundió en un abrazo para escenificar que, a falta de títulos gordos, una Copa en tiempos de crisis siempre es de celebrar. Y el Barcelona ya lleva 31.